domingo, 25 de enero de 2015

Mujeres maduras calientes

Este fin de semana he estado dándole vueltas a mi cabeza y después de mucho meditar me he decidido a escribir una historia que perdura en mi recuerdo y que evidentemente si sigue ahí es porque me marcó, aunque ya no me duela el recordarla.

Aviso (y quién avisa no es traidora), que voy a publicar por Mujeres maduras calientes, así que empezad a leer desde aquí si queréis pillar algo y si no, no me leáis en unos cuantos días pero, volved, por favor que todo lo que empieza se acaba algún día...

Verano de 1993-Peñíscola
_¡Anita!,corre, sal aquí fuera y no mires ahora, pero en el balcón de al lado esta asomado un tío que esta buenísimo. ¡Correee!, ven y disimula_

Acudí, aunque confieso que sin muchas ganas, pues para mi amiga Mujeres calientes “todos” estaban siempre buenísimos pero bueno, nos encontrábamos de vacaciones solas por primera vez en aquél apartamento y a unos 400 kilómetros de casa, así que no era plan de seguir estirada en el sofá.
Salí sin ningún aspaviento y me apoyé sobre la barandilla, con los brazos cruzados, mi amiga, situada a mi izquierda se inclinó un poco hacia atrás para dejarme visibilidad. Tardé unos segundos en girar mi cabeza de la manera más disimulada pero, lo que son las cosas, justo en ese momento él también decidió mirar hacia nuestro lado y... ¡zas!, impacto de Aquí.



Lo que yo sentí en aquel instante podría describirse como un auténtico flechazo, si sabéis lo que es (que seguro es que si) ya habréis experimentado en vuestras carnes tan singulares sensaciones.
No pude hacer más que volver a desviar mi mirada y de nuevo, disimuladamente, retirarme hacia el interior, sentarme nuevamente en aquel viejo sofá y notar como mi cuerpo temblaba como una hoja.
Seguidamente entró Cristina, con una expresión interrogante que se tornó en otra de “ya te lo dije” en cuanto observó mi rostro.

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